Juan Carlos

Juan Carlos
Mi nombre es Juan Carlos, díganme solo Juan. Tengo 22 años, soy medio petiso, un metro setenta, algo morocho, ni gordo ni flaco. Digamos que si me vez dos veces seguidas paso desapercibido, soy como cualquiera de los que van por la calle. Tengo terminado el secundario, industrial, ni bien terminé llevé a mi novia, a vivir conmigo. Las cosas estuvieron jodidas desde el principio. La turra no quedaba embarazada por más que la cogía todos los días. Hace unos 6 meses, me echó en cara que ella era normal, que seguro que el que fallaba era yo. Le pegué una paliza de puta madre. Mirá que decirme que soy poco hombre. Cuando, volví de laburar el día siguiente, la turra se levantó toda la guita que había en casa, estábamos ahorrando para comprar una heladera, la que tengo, era vieja cuando la compré. Y desde ese día no la volví a ver. Discutí con el hermano, no llegamos a las manos, pero se puso jodido y me dijo.
- La negrita se fue adónde no la vas a encontrar. Mejor que no la busques, por que reviento.
Total, ¿quién la iba a buscar? Me duele lo de la guita, pero ella no.
Pero en 6 meses no enganché nada, o sea, hace 6 meses que no la pongo. Me he convertido en el rey de las pajas.
Trabajo en una fábrica. En el depósito, manejo el Kardex, con el que se lleva el stock. Voy vestido de obrero, a pesar de ser administrativo, porque cuando llega algún camión y estamos bajando mercadería de otro, debo apechugar y ayudar a bajar los bultos.
Hace una semana me cambiaron el turno. Antes estaba a la tarde y ahora a la mañana. Tomo el colectivo en la ruta, a las 5 de la mañana. Viene hasta las manos. Desde el primer día marqué a una petisa de buen culo, que debe subir poco antes que yo, por qué siempre está parada entre la gente. Hoy me le acerqué de atrás y le apoyé el ganso. La turra no hizo nada, ni lo afirmó ni lo corrió, ni me dijo nada, llegamos adonde me bajo con mi verga dura en el orto de la petisa. Me bajo y me voy a laburar. Es viernes, a la salida voy a ir hasta Morón, a comprar la puta heladera. Cuando paro y subo al bondi, me la encuentro a la petisa sentadita en un asiento de dos, con nadie al lado. Me siento junto a ella y como quien saluda a una vieja amiga.
- Hola, ¿cómo estás?
Ella se rio.
- Bien. ¿Cómo te llamás?
- Juan. ¿vos?
- Cintia.
- ¿A dónde vas?
- A Morón, a encontrarme con mí marido.
- ¡Qué pena! Te iba a invitar a tomar algo.
- Mañana es sábado, podemos encontrarnos a la noche en la estación, en la pizzería de enfrente.
- ¿Pero, y tu marido?
- Es mi ex. Viene a traer la plata para el mantenimiento de nuestro hijo.
En Morón nos despedimos, mañana a las 10 en la pizzería.
Compré la heladera, me la traen mañana a la mañana. Después pensé ¿no me habrá cargado? Igual la vuelvo a ver en cualquier momento.
El sábado casi al mediodía me trajeron la heladera, se llevaron la vieja, le tuve que tirar unos mangos. Me apoliyé una rica siesta. Me lavé, peiné y hasta me perfumé. Me puse mis pilchas de humano, vaquero y remera de los Rolling Stones. Y me mandé para Morón. Entro a la pizzería, la petisa me estaba esperando con una sonrisa de oreja a oreja. Me dije, esto es bueno, tiene todos los dientes, a la negrita le faltaba uno. La hago parar, estaba muy buena la guacha. Pollerita roja, camisa blanca, tacos, sin medias. Tomé nota que además de buen culo, se le adivinan buenas tetas.
- Cintia, estás hecha un caramelito.
- Gracias, vos también, con esas ropas estás mejor que con las de obrero.
Nos comimos una pizza entera y nos tomamos dos cervezas. Me contó que tiene 38 años, un pibe de 14 y que hace dos años se separó del marido, sin dramas, el turro tenía otra mina y se rajó. Enseguida arregló una guita por mes y chau picho. Le conté lo de la negrita, claro se me olvidó contarle lo de la paliza, esas cosas tienen mala prensa.
Nos fuimos a bailar a "Fabuloso". La petisa se mueve un montón y yo me las rebusco. Terminamos chapando en una silla. Me besó mil quinientas veces, se levantó la pollerita, se abrió de piernas y frente a mí, se sentó arriba del ganso que lo afirmó en su culo.
- Papi, así se siente mejor que en el colectivo.
La turra se movía al ritmo de la música, siempre con el culo en mi verga, que a esa altura, ya estaba empapada de toda la leche que iba saliendo, quise sacarla para cogerla así sentados.
- ¡No! ¡Acá no! Vamos a un hotel.
Salimos corriendo de "Fabuloso" y a dos cuadras hay un hotel, medio rasca, pero la cosa era urgente. Nos mandamos a la pieza, entramos comiéndonos la boca. Me separó.
- Dejame ir al baño es por el bien de los dos?
¿Qué carajo me quiso decir? Al rato aparece totalmente desnuda. Tetas lindas, pezones grandes, concha depilada, gira y me dice
- Acá está el culo que tanto te gustó.
Yo ya estaba en bolas
- Tardaste mucho.
- Me fui a colocar el diafragma, por qué vamos a coger con forro, pero dos métodos son mejores que uno. ¿No querrás embarazarme?
La tiré sobre la cama, me acosté sobre ella, la besé y ya la quería empomar.
- ¡Pará, nene! Vamos más lento, primero calentame.
Me fue guiando, le besé el cuello, las tetas, los pezones, bajé a su concha, le comí los labios y se pedazo que sale, que nunca me acuerdo como se llama, pero las minas enloquecen cuando se lo chupás. Se dio vuelta y me ofreció el culo, para que se lo chupe, y le meta un par de dedos. La petisa estaba como en trance, deliraba, gozaba como nunca vi gozar a nadie. Y eso que todavía no se la había puesto. Me acostó en la cama, me chupó la vega y las bolas, me levantó las piernas y me metió la lengua en el culo, mucho no me gustó. Otra vez me llevó la verga a la boca.
- ¡¡¡¡¡Pará que te acabo en la boca!!!!!
- Dame la leche ¡Cabrón!
Se la volvió a meter en la boca me la sacudió y salieron varios chorros, mucho le corría por la cara, pero mucho más fue lo que la petisa se la tragó. No me dio descanso, me besó hasta los pezones y en cinco minutos yo estaba al palo otra vez. Me puso el forro con la boca y me dejó boca arriba en la cama, se sentó arriba mío y se ensartó la verga en la concha y empezó a subir y bajar, revoleando las tetas que era una delicia. Al rato yo le acompaño el movimiento de arriba abajo. La petisa se pone dura como un palo, se sienta con toda la verga adentro y empieza el show. Grita, putea, cinco mil veces dice ¡Me muero! Otras 5 mil dice ¡Aaaaaggggg! Y se cae sobre mi pecho. Me saca el forro y vuelve a masturbar con la boca, sale otro montón de leche. Como buena nena, se la toma toda.
- Juancito, que rica es tu leche.
- Cintia creí que te morías.
- Fue un tremendo orgasmo, gracias Juan.
¿Eso era el orgasmo? La negrita no debe haber tenido nunca ninguno.
- Cuando llamen para el turno, decile que nos quedamos otro. Por la guita no te calentés, paga mi ex.
Para que no haya quilombo, llamé yo pidiendo la extensión no sea cosa que haya chabones esperando.
- Quiero que descanse bien mi potro, para darte la frutilla del postre.
Estuvimos tranquilos como media hora, besitos, caricias, naturalmente me empalmé de nuevo, es que la petisa me calienta bien y yo venía medio atrasado a los premios. Se va al baño, me dice que se puso crema en el culo para que se la pusiera como en el colectivo. Me calzo el forrito y le puso cremita. Se tiró al piso, se puso como cogen los perros, me entregó el orto, pensar que la puta de la negrita, me lo negó siempre.
- Dale, boludo, no me hagas desear.
- Agarrate Catalina que vamos a cabalgar.
Se la quise poner entera y de una.
- Más despacio, a****l, nunca cogiste un orto. Andá entrando de a poco. Que mi lindo culito se acostumbre al tamaño de tu verga.
Le hice caso y la petisa, se mostraba a gusto, como la iba perforando, finalmente toda adentro.
- ¿Viste, cabrón que así es más rico? Ahora galopame.
Le di como trescientas mil sacudidas, media chota afuera y empujaba hasta las nalgas. La muy turra se masturbaba la concha, cuando ella se empezó a poner loca, seguro entraba en un orgasmo, a los gritos y diciendo dame tu leche, apretó las piernas y yo no tuve mejor idea que acabar tres buenos lechazos. El tema, que el forro de mierda se rompió y le terminó toda la leche en el culo. Volvimos a la cama,
- Gracias nene, me gusta como cogés.
- Gracias, mami.
- Ahora te voy a dar yo por el orto.
- ¿Sos rayada? Mi orto nunca.
- Vení te va a gustar.
Bueno, acepté, me puso crema en el culo con un dedo. Se encremó su mano. Me fue metiendo un dedo, de a poco, entraba salía. Con su boca me tomó el nabo y me lo chupaba mientras me cogía. Cuando me empalmo, siento que ahora son dos dedos y me coge cada vez más fuerte, el tema es que eso me puso en órbita y le volví a acabar en la boca.
- ¿Te gustó, lindo?
- Maravilloso, pero no se voy a contar a nadie.
- Es nuestro secreto.
Cintia me hizo bañarme con ella, cuando estábamos vistiéndonos, suena el teléfono para avisar que se había acabado el turno.
Salimos a tomar el bondi, pregunto
- ¿Cuándo te vuelvo a ver?
- El lunes en el colectivo.

Continuará